Este proyecto es uno de los más significativos para mí, no solo por lo personal, sino también por el desafío de diseño que representó. Se trata del dormitorio de mis hijos, un espacio que fue transformándose y creciendo junto a nuestra familia.

Comenzó con un cuarto vacío y un sueño de familia, que debía adaptarse a las distintas etapas. Con la llegada de Rebecca, se diseñó el primer ambiente con su cuna. Más adelante, cuando nació Thiago, la distribución y el mobiliario se reconfiguraron: la cuna se transformó en su cama y Rebecca pasó a tener una más grande. Finalmente, con la llegada de Mía, el espacio volvió a reinventarse, permitiendo que los tres compartieran el mismo cuarto de manera cómoda y funcional.

El cuarto fue creciendo y adaptándose con cada etapa, hasta convertirse en un espacio compartido por los tres. Sé que no será para siempre, pero hoy me emociona verlos dormir juntos y disfrutar tanto de este rincón hecho con mucho amor para ellos.